"Tu amada ha descendido a una tierra lejana. La llamas, pero tu amada no oye. La llamas en los campos y los valles pero tu amada no responde. El cielo esta mudo y cerrado, no hay nadie en el. La tierra es dura y seca. Tu amada no volvera por ese camino. Quiza solo os separa un velo. Tu amada espera en las colinas. Ten paciencia y ve con pies ligeros, abandonando tu cuerpo como un rollo de escritura."
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Y ahora, para salvarme, un ultimo truco. Champagne caliente.
Haremos de cada hora un festejo interminable.
Pero te advierto:
somos esclavas de la etica.
Incluso aquellas que se jactan de obrar con libertad,
son solo tigres explorando el perimetro de su celda.
Incluso aquellas egoistas al extremo
dan a diario la vida por su projimo.

Teniamos el pequeño chalet, la vista al mar,
los orgasmos imprevistos de la tarde.
TU mano derretia hielo al contacto.
Avergonzada, el agua retornaba a su estado liquido.
A veces me hablabas del futuro,
mano a mano con la muerte,
con la suerte,
con la siesta del ciego.
Teniamos costumbres que repetiamos
y que siempre funcionaban.
MI tristeza era un juego de lagrimas nocturnas,
polillas de sueter en la silla,
timidas muestras de cariño.
Dormias panza abajo,
manaban de tu boca hilos de baba,
telarañas de saliva en la almohada,
en mis cachetes,
llegaban al piso y eran charcos
donde cada mañana mojabamos los pies.

Hoy corte remolachas, mi amor,
para una sopa.
La sangre en mis manos me recordo tu sangre.
Dificil de lavar, tu sangre.
Eras fabrica de la mejor sustancia,
la mas roja y aromatica,
la que daba color a tus labios
cuando mis besos
peleaban por abarcar tu misteriosa anatomia.
Asi de sencillo:
en mis cajones tu sangre.